“La gente duerme, y cuando muere, despierta” Rumi
A mi hija, a mi pareja, a mis pacientes, a mis amigos, a mis compañeros… en algún momento les he recomendado empezar a meditar. Acostumbro a recibir, en el mejor de los casos, una respuesta parecida a: “me pongo nerviosa”, “no me puedo concentrar”, “no consigo relajarme”, “la meditación no es lo mío” … Me ocurre lo mismo cuando pido a un paciente que se relaje: “no sé cómo hacerlo”
Creo que el error es enfocar la meditación como una actividad, es decir, como algo que “hay que hacer” cuando en realidad se trata de no hacer nada, de soltar y observar o simplemente, estar presente. De tan simple se hace complejo, porque exige una mirada distinta.
Nuestro cerebro funciona imaginando un resultado, primero, para después diseñar la estrategia y la acción necesarias para llegar a él. Cuando era joven no era capaz de organizar una habitación desordenada, de manera que aprendí imaginando la habitación ordenada. Entonces seleccionaba y recolocaba aquellos objetos sobrantes, hasta conseguir que la realidad se hiciera coherente con la imagen proyectada: la habitación ordenada. La información acerca de cómo la habitación debía estar ordenada surgió del pasado, es decir, de mi aprendizaje previo (sabía cómo era una habitación ordenada) y mi cerebro se proyectaba en el futuro para crear la realidad nueva, hasta que lo automaticé y hoy en día puedo mantener mi casa ordenada mediante el “piloto automático”.
Esta es la manera en que estamos programados, a menos que hagamos una actividad nueva que exija nuestra atención, estamos en “automático”. En el caso de una actividad nueva, tendemos a trabajar, igual que con la habitación, para automatizarla. Con el tiempo, vivimos nuestro día a día bajo este programa, confundiendo la realidad, con las expectativas que tenemos de ella.
Nuestro cerebro está siempre viajando hacia adelante, desde lo conocido y es desde este pasado conocido, desde donde parte, para crear las situaciones que proyecta, en el futuro. Meditar consiste en permanecer concentrado en el momento presente, sin expectativas, sin objetivos, con curiosidad, como si cada instante fuese nuevo. Sin carga del pasado, ni proyección en el futuro.
Observando lo que ocurre, en nuestro cuerpo, por ejemplo, cuando el aire entra en nuestra nariz, nos daremos cuenta de las cosas que pasan en la realidad y que nos pasan desapercibidas. Empezamos con algo tan sencillo como nuestra propia respiración, tan cercano y evidente, que no da lugar a error.
Visto así, es imposible “aprender a meditar” porque no es un aprendizaje, en el sentido de ir acumulando experiencia, para convertirse en un “experto” a través de la práctica. Desde esta misma lógica, no existe el fracaso, es imposible “hacerlo mal”. En cualquier caso, siempre será positivo dedicar un tiempo, por pequeño que sea, a mirar hacia el interior y a estar con uno mismo. Al fin y al cabo, somos nuestro mejor amigo, y ya que venimos solos a este mundo y nos iremos solos, no está mal dedicarnos algún tiempo.
Es como si observáramos una fruta, por ejemplo, un aguacate. Hasta que no lo hemos explorado lo suficiente no sabremos como es su interior, tan distinto del exterior. Conocernos, quiere tiempo, paciencia, aceptación y ternura. Con la práctica continuada, dejamos de cuestionarnos si hacemos bien o mal, la meditación ejerce una influencia poderosa e incuestionable sobre nuestra vida, los beneficios, simplemente se producen, es entonces cuando nos dejamos llevar, empezamos a disfrutar.
Algunos beneficios de la práctica son:
Meditar elimina esta sensación tan nefasta de no estar a gusto donde estamos; pensando que en un futuro o lugar seremos más felices, o que lo fuimos en el pasado, etc.
Meditando somos capaces de identificar el momento en el que estamos, enfocados en el pasado o en el futuro, huyendo de la responsabilidad de hacer frente a las dificultades del presente, aun cuando éstas sean ilusorias, sin darnos cuenta.
Pensándolo bien, da igual donde uno vaya, porque la mente va a venir siempre con nosotros. Si nuestros pensamientos nos perjudican dificultarán nuestra vida más allá de las circunstancias del momento. Un claro ejemplo es el de los ganadores de la lotería, que constatan tiempo después, que su vida es igual o peor que antes del premio. Meditar nos ayuda a identificar los pensamientos y a resolver frustraciones, autosabotajes y bloqueos.
-Disminución de los niveles de estrés.
No de forma inmediata, si al principio nos ponemos nerviosos, pensando que es una pérdida de tiempo. Si nos damos una oportunidad, manteniéndonos en la práctica, nos daremos cuenta de que meditar siempre es una buena idea. En realidad, es la mejor inversión. El estrés tiene un impacto nefasto en nuestra salud.
-Aumenta la energía.
Esto se produce a través de la liberación de la energía que malgastamos inútilmente en muchas áreas como tensión muscular innecesaria, emociones atascadas, pensamientos repetitivos y obsesiones. El espacio liberado se llena de calidad: mayor bienestar, descanso reparador, gratitud y alegría.
-Ayuda en el discernimiento.
Meditando nos damos cuenta de que no somos nuestros pensamientos. Nos convertimos en el observador de nuestro cerebro, esto nos permite tomar distancia y discernir entre lo que es real y lo ilusorio. El discernimiento hace que dejemos de reaccionar a las cosas que nos suceden y empecemos a crear la vida que queremos.
-Aumenta la efectividad.
Meditar permite ser más certero, efectivo y productivo en las actividades del día a día, esto es debido a la capacidad de estar en el momento presente, mejorando nuestra atención y la capacidad de actuar en el momento en el que estamos realizando la acción.
-Aumenta la capacidad de decisión.
Tomar buenas decisiones requiere ser capaz de diferenciar lo esencial de lo accesorio y esto hace que nuestras decisiones estén más alineadas con nuestra esencia, sean más ecuánimes y enfocadas en el propósito del momento.
-Nos hace mejores.
Así de categórico. En todo lo que hacemos somos mejores cuando meditamos, porque la meditación despierta todas las áreas del cerebro aumentando la creatividad, aportando mayor agudeza en la visión de las posibilidades, estimulando el pensamiento lateral.
-Más inteligentes.
La ciencia ha demostrado como la meditación aumenta el número de neuronas y la conexión entre ellas.
Meditar es ser mientras estás observándote a ti mismo.
Por su sencillez y porque sólo requiere práctica, me parece absurdo erigirse en un “maestro” o “gurú” de la meditación. Nadie “sabe” más que tú, de tu meditación. De cualquier cosa se puede hacer negocio y actualmente se vende meditación, incluso desde la universidad. Mi opinión es que no se debería cobrar por explicar a nadie que es meditar, porque sólo se puede explicar la experiencia personal.
La meditación no es un conocimiento, es una experiencia.
Creo que todos podemos meditar y todos podemos compartir nuestra experiencia, unos a otros con humildad y honestidad. Mientras te observas a ti mismo irás descubriendo el enorme potencial que atesora tu ser, tus talentos y capacidades y, podrás conectar con el manantial de salud y de paz que emana de tu interior, con sólo practicar, con sólo poner tu intención y tu voluntad. A tu manera.